¿Quién dijo que las maquinas eran seres metálicos, duros y rectangulares?
La verdadera máquina es un ente intangible, enmarañado, complejo y temporalmente somnoliento.
De cuando en cuando despierta de su larga siesta y toma protagonismo sin ninguna invitación en particular.
La animación del sujeto, antropófago e insaciable, es un suceso cultural de alto impacto, aplaudido, deseado y celebrado por las multitudes. ¡Hurrah!
Meticuloso y persistente en su objetivo, la maquinización ocurre en forma silenciosa y autologa. Camuflada en valores sociales positivos, la transformación es imitada aún por aquellos más nobles personajes de nuestra flora y fauna.
Pareciese que todo en sus partes encajara y funcionara en forma perfecta y sincronica, como una melodía universal.
Los bemoles de todo este júbilo y éxtasis no deben ser pasados por alto. Como una máquina única pero maquina en fin, existe el riesgo de implosión. Además, inclusive las más selectas pueden claudicar sin aviso ni analgesia.
Puede intentarse en vano su reparación, cuantas veces estime necesario. Todo proporcional al cariño adquirido por el artefacto y las energías disponibles en su arreglo.
Cuidado eso si con la fatiga.
A pesar de todo lo que se intente enmendar, las maquinas nunca sanaran, siempre tendrán una vida útil y seguramente terminaran en un rincón de la bodega.
Elija con sabiduría los próximos pasos.
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